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Un verano extraño: 2020

Entre mascarillas y reticencia al transporte público, este verano pasó como colgando de un hilo: lento y como con la sensación de ingravidez en la panza.

Fueron 85 días de primavera. O eso se dijo que pasó en Madrid. La ironía es que por primera vez en mucho tiempo quienes vivimos en esta ciudad gozamos del aire más limpio en meses, y no pudimos salir a los parques a respirarlo. Más irónico aún, apenas nos dejaron salir de nuestros apartamentos, la ciudad quedó vacía. (pero el aire se contaminó más que nunca)

En mi caso, yo me quedé casi todo el tiempo en mi barrio, pero aproveché junto con mi pareja para hacer paseitos cortos ( y más importante aún, socialmente distanciables y gratis) por la Sierra de Madrid y Burgos.

 

Las Perseidas y Navacerrada:

A mitad de agosto es la mejor época para ver a las Perseidas pasar por el hemisferio norte. La sierra de Madrid tiene un par de spots privilegiados para observar las estrellas. Desconectar un ratito de la ciudad y ver directamente a la inmensidad, aunque sea por unas horas, es justo y necesario. Sobretodo en un verano pandémico, lleno de inseguridades, es maravilloso encontrarte cara a cara con el universo.

Son 45 minutos lo que las pupilas necesitan para acostumbrarse a la oscuridad. Sólo 45 minutos. Después de eso, la Vía Láctea será más que evidente. Fueron meses enteros los que vivimos encerrados en nuestros departamentos, muchas de noches con estrellas, que mi ventana de un metro cuadrado no me permitió ver. Por fin, respiraba tranquila aquel cosmos, mientras me sentía pequeña, como un suspiro entre una realidad hermosa y violenta de meteoritos, supernovas y agujeros negros. Más que sentir un terror lovecraftiano por el inmenso desconocido ante nuestra diminuta existencia, sentí por primera vez en muchos meses una ventana abierta al entendimiento pasajero, de que somos sólo eso: un suspiro en un universo que no entiende de pandemias y desempleo. Una existencia efímera para que en otro suspiro cósmico volvamos a ser polvo de estrellas.

Vista Bola del Mundo, Navacerrada 2020

Vista Bola del Mundo, Navacerrada 2020

Multiple exposición, Navacerrada 2020

Multiple exposición, Navacerrada 2020

*Durante el verano, el acceso a la Bola del Mundo en el puerto de Navacerrada, es completamente gratuito y 24h.


Burgos: Westerns y monasterios medievales

Un sábado cómo cualquiera terminamos en Santo Domingo de Siles. Un pueblo cuyo edificio más grande es un monasterio, pero se podría decir que la atracción local más famosa es el cementerio de Sad Hill. La mítica locación de la película “The Good, the Bad and the Ugly”, fue desenterrada hace algunos años por un grupo de “arqueólogos del cine” (o lo mismo sea, un grupo de frikis muy entusiastas). Lo cierto es que durante los 60s, los pueblos aledaños fueron parte activa en los rodajes, desde extras hasta construcción del set, los habitantes de esta zona recuerdan a los spaghetti westerns como parte de su historia. Al mismo tiempo se mezclan con los remanentes de un pasado todavía más antiguo: monasterios medievales abandonados y ruinas romanas.

Sad Hill se ubica en un espacio abierto al público y de acceso gratuito en medio de un valle pequeño y bastantes vacas. Podría considerarse una especie de Meca para la gente muy fan del cine, con peregrinaciones a la tumba del soldado desconocido, o para dejar tu propia cruz en medio del campo.

Además de Sad Hill, se pueden buscar los restos de viejas estructuras y si son muchas las ganas de aventura, pues lo cierto es que son escenarios perfectos para hacer algo de urbex.